EL CARDENAL MERINO Y ALCALÁ LA REAL
Alcalá la Real, situada actualmente al sur de la provincia de Jaén, no ha mantenido siempre su ubicación ni su pertenencia a la actual demarcación jiennense. Desde su entidad independiente que llegaron a calificar de behetría hasta municipio jiennense, pasó por diversas etapas y se encuadró en diversas divisiones territoriales, entre las que destacó abadia quasi nulllius. Es de sobra conocido el debate entre la pretendida jurisdicción del Obispo de Jaén sobre la abadía de Alcalá la Real. El conflicto se remonta desde tiempos de la conquista de Alcalá 1341 y la fundación de esta institución abacial. Hubo momentos en los que el obispado de Jaén mantuvo ciertas relaciones que podían interpretarse, al menos por el obispado de Jaén, como manifestación clara de la jerarquía de la abadía alcalaína respecto al Obispado de Jaén por la impartición de sacramentos de órdenes y participación de en los Sínodos del Santo Rostro. Pero el asunto se radicalizó en tiempos del obispo de Jaén don Esteban Gabriel Merino, que pretendió visitarla para imponer su autoridad con la presencia de gente armada y procedimientos violentos en 1524. No fueron estas relaciones alcalaínas puntuales con este Obispo. El asunto se remontaba a los primeros años de su vida religiosa, porque, en torno a 1513, ya ordenado sacerdote recibió dos cargos muy importantes: uno en tierras italianas, el arzobispado de Bari por el papa León X y el día 29 de agosto era nombrado Arcediano de Baeza. Lo hizo en las circunstancias que no compartía el clero baezano, pues fue realizado, con motivo de la vacante de Cristóbal de Mesa, y con una pensión anual pontificia de 20 ducados, lo que dio lugar que, según Caballero Venceslá
Merino quiso asegurarse su pacífica posesión y para esto alcanzó del Papa en 8 de diciembre la consiguiente Bula que le autorizaba para retener en su persona toda clase de prebendas, permaneciendo Arzobispo de Bari. Así, merced a esta concesión pontificia y dispensado por ella del deber de residencia, Esteban Gabriel pudo acumular en su persona una serie de prebendas. Esta acumulación de cargos, obispados y beneficios era, en aquel tiempo, una lacra tan extendida que sólo había de extirpar, y a duras penas, la reforma tridentina. Nuestros viejos cronistas del siglo XVII ponen a la Catedral de Jaén como la primera en que ocupó prebendas Esteban Gabriel Merino. No se detuvo ahí León X, sino que, para mejor premiar el anterior trabajo de Merino en favor de los Orsini, a los cuales pertenecía el Pontífice por línea materna, le concede en 1514 los frutos de la Parroquia de Arriovilla (sic), probablemente Arjonilla, y otros beneficios en la Parroquia de Torredelcampo, ambas en la diócesis de Jaén. El Papa Médicis completará su obra de protección hacia el Arzobispo de Bari cuando, muerto Fernando el Católico, le envía a España como Nuncio suyo y Obispo de León. De la simple enumeración de cargos y beneficios con que León X manifestó su simpatía y buena voluntad hacia Esteban Gabriel, se desprende al mismo tiempo la alta valoración que en la mente del Papa tenía el nombramiento de Merino como Nuncio Apostólico ante Carlos V será la nota más brillante de su ejecutoria diplomática y, al mismo tiempo, su canonización como dominador del difícil y sutil arte de la política. Merino será el representante del máximo poder espiritual ante el máximo poder temporal en la Europa del momento”.
Antes de canónigo de Jaén, como clérigo beneficiado de Baeza, aparece en un documento de los archivos notariales de Alcalá la Real. En seis de octubre de 1513 ante el escribano Bernabé Rodríguez, otorgado en la Plaza Pública de la ciudad de la Mota, por el que el clérigo Gonzalo Sánchez de Trasierra, estado presentes el escribano Francisco de Santacruz y Pedro Pérez, lo representaban en su nombre, para poder cobrar del vecino alcalaíno Cristóbal Álvarez de Fuenteovejuna los beneficios de 6.930 maravedíes de " todo el vino que le pertenece a Gabriel Merino, clérigo y beneficiado, de Baeza de beneficio de esta ciudad de todo el año presente, que lo recibí comprado del clérigo Gonzalo Sánchez de Trasierra” desde el día Santa María de agosto de 1513 al año siguiente.
Más tarde las cañas se volvieron lanzas. En concreto (1524), tuvo lugar la entrada del cardenal Merino, como obispo de Jaén, para hacer valer su jurisdicción sobre tierras de la abadía de Alcalá la Real, con motivo de una visita que afectó primero a la Iglesia Mayor Abacial de Alcalá la Real y luego a la vicaría del Castillo de Locubín. No agradó en modo alguno esta imposición al abad ni al clero alcalaínos, que acudieron a la Corona para que hiciera justicia ante lo que calificaban una fiducia del cardenal. Se le otorgó poder a Bartolomé de Arce Broslada, vecino de Granada en la Chancillería para protestar de la llegada del obispo a esta ciudad con el poder de visitarla imponiendo la autoridad por fuerza sobre el abad alcalaíno.
Esto obligó a una real provisión del rey Carlos I, en la que el abad Juan de Ávila razonaba su sujeción al Papa y en apelaciones a la iglesia de Toledo y Jaén de modo que no celebraban las visitas diocesanas en esta tierra como en otros pueblos de Jaén de una manera ordinaria. Ante la entrada del cardenal Merino por la fuerza en la Iglesia Mayor se quejaba, y manifestaba la oposición que mantuvo con el provisor y los clérigos alcalaínos; no solo entró si no se le entregaron las llaves del sagrario de otras iglesias apoyado del alcalde Briceño; también lo hizo en el Castillo de Locubín. Pidió el abad alcalaíno amparo en la Corte y que se promulgara una provisión real para confirmar el patronazgo real y su carácter exento y vere nullius en 28 de enero de 1525. Se pudo comprobar que no perteneció nítidamente a ninguna diócesis del entorno y se organizaba como abadía de patronato real.
Tres años después se anexionaron dos tercios de los diezmos para la Capilla Real de Granada, y también intervino el cardenal Merino con una posición de jerarquía sobre la abadía, pero Alcalá la Real pudo, al menos, soslayarse del pago de esta carga en tiempos del abad don Juan de Ávila. En 1538, todavía se mantenía el pleito de jurisdicción y la aplicación perpetua. El abad de las abadías de Alcalá la Real Burgohondo, se encontraba, por aquellas fechas en Alcalá la Real, ya que su residencia de vecindad era en Ávila, donde mantenía casa familiar y palacio a las afueras de la ciudad amurallada. Concedía poder a unos vecinos criados de la ciudad de Ávila para que lo representaran y lo hicieran a su vez con la abadía, ante el emperador Carlos V y los miembros de su Consejo, y Jueces u órganos de la Justicia. Y cita, en concreto, el pleito entablado ante la Corte y miembros del Consejo con el Obispo de Jaén. Todavía resuenan tambores de guerra entre Alcalá y su encaje en la provincia de Jaén, curiosamente siempre por cuestiones financieras. No podía ser menos.
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