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martes, 26 de febrero de 2013


FEBRERILLO LOCO

 

            Al acercarse a un diccionario etimológico, lo que primero salta a la vista del mes de febrero, hace referencia al verbo latino "februare" cuyo significado se concreta en  "purificar".  Por eso, los romanos purificaban, en este mes,  los campos y  a los hombres y  en las fiestas se llevaban a cabo  actos religiosos de purgación dedicados a los dioses;  de ahí hay un paso a que el cristianismo se apropie de este significado y  recristianice el día dos de febrero con el de la Purificación , relacionado con la Virgen María.  En verdad que viene como anillo al dedo el que se aprendiera del mundo clásico y la sociedad española limpiara las calles invadidas por la basura, la bazofia y la corrupción que vienen crispando  la modélica e injustamente denostada transición. Se necesita que el agua de  la limpieza democrática triunfe sobre los lodos que recorren las cloacas y salte al aire limpio de las calles. 

            Pero si importante es la relación de este mes con su raíz etimológica, no es menos actual  la adjetivación de locura  que siempre salta a la conversación de los vecinos del lugar. Pues el refranero se hace eco de su  carácter movible y complicado al formar el frecuentado sintagma de febrerillo loco. No es de nada de extrañar que se revuelvan los tiempos atmosféricos, porque " Febrerillo es un mes corto, voluble y loco; trae viento, frío, nubes y sol, de todo un poco”  y esta locura climatológica alcanza hasta la vida de muchas personas y de sus cédulas diversas de asociación ( social, económica y política).  Pero, donde más se altera actualmente el ambiente, sobre todo, por ser tiempos de crisis, es en el terreno político, ya que aquí acuden con mayor avidez las aves carroñeras. Parece como si viviéramos momentos en los que se cumplen los vaticinios del castigo de la diosa Até ante la hybris o locura   que ha invadido todas las capas de la sociedad española. Además acontece algo semejante a lo  que  se narra sobre el discurso mitológico de esta diosa griega de la discordia, que fue castigada por Zeus, arrojándola a la tierra para crear la ceguera y la locura entre los hombres, a los que ronda continuamente; pues estos habían llegado a este  estado por las ansias de  orgullo o hybris, abandonado la mesura y la insensatez. Es así que esta  diosa maligna personifica  la pérdida de la razón,  la pasión ciega y lo que conlleva o se causa con sus acciones: ruina’, ‘insensatez’, ‘engaño', ‘mal’, ‘injusticia’, ‘locura ciega’,‘acción precipitada’, ‘ceguedad de espíritu’; ‘extravío fatal’, ‘calamidad’, ‘desgracia', ‘azote’; ‘pecado’, ‘falta’,‘crimen’, la venganza, la injusticia, la perversidad, la fatalidad, el mal como condición humana o el arrebato y el extravío de la irreflexión. Si cualquier persona analizara objetivamente la situación de nuestra sociedad, claramente es fruto de ese orgullo y pasión que arrastró a la mayoría de la población a las más altas cotas del desenfreno creyéndose que era rica y dominaba todos los resortes para hacer frente cualquier imprevisto. Pues cualquier hijo de vecino se consideraba un dios  o semidios y  no tuvo en cuenta que debería venir a la tierra esta diosa en el momento más inesperado para rendir cuentas y vengarse de la irracionalidad en la que habían caído tantos hombres. Por eso, nos preguntamos si hay solución ante esta tragedia humana. Y en la sociedad grecolatina y en nuestro refranero, tenemos la respuesta.

            Pues, si los latinos dulcificaron este mes ejerciendo acciones para congraciarse con los dioses, corresponde a la ciudadanía actual hacer frente también  a esta situación de locura que la invade. También, por otro lado los griegos pusieron  paños calientes para evitar el caos entre los mortales mediante ofrendas a esta diosa. Incluso, cuando se impuso la democracia ateniense, símbolo de la mesura y el equilibrio, contraria a cualquier exceso, hybvris y orgullo, se convirtió  esta diosa de la discordia en una diosa de castigo ante las malas acciones en las obras de los clásicos  y con un enfoque diferente, porque vengaba los actos malvados e infligía justos castigos a los delincuentes , de tal forma que su personalidad era casi la misma que la de Némesis y las Erinias;  por cierto, muy cercana a  la Justicia, lo que necesitan estos malos tiempos donde algunos parecen como si  respondieran a aquel refrán que dice Febrerillo el orate, cada día hace un disparate.

viernes, 15 de febrero de 2013

JUICIO DE RESIDENCIA

Siempre  he querido escribir sobre esta institución y figura esencial en la Historia de España, sobre todo en los períodos de mayor crítica a las instituciones públicas y a sus representantes  y cargos políticos. Actualmente, es un tiempo fundamental, cuando las encuestas colocan a los servidores públicos en los puestos más bajos del reconocimiento social. Pues, ahora que tanto se habla de moralidad, de revisión de costumbres y de posturas éticas, necesitamos una institución o una persona con las competencias de esta institución de siglos pasados, por su eficiencia de control  de la actividad política  y  por su  rápidez en afrontar los desafueros  y escándalos por medio de la acusación popular.  Ciñéndonos a una de las muchas definiciones sobre los juicios de residencia, vale esta misma: “ fue un procedimiento judicial del derecho castellano, que consistía en que, al término del desempeño de un funcionario público,  se sometían a revisión sus actuaciones y se escuchaban todos los cargos que hubiese en su contra” .  Esto conllevaba  aspectos muy interesantes para que nadie pudiera  evadir la labor fiscalizadora y de control  público: “El funcionario no podía abandonar el lugar donde había ejercido el cargo, ni asumir otro, hasta que concluyese este procedimiento. La neutralidad se garantizaba, porque  el encargado de dirigir el proceso, llamado juez de residencia, era, al principio, una persona ajena al sucesor en el cargo y , con ello, se conseguía la imparcialidad a la hora de recibir todas las quejas, acusaciones -con fundamento y sin fundamento-,  agravios comparativos, ultrajes y todo tipo de denuncias, que debían ser aclaradas y resueltas. Este periodo de  residencia solía durar, en las ciudades, al menos unos quince días y a veces se prolongaba meses,  y no quedaba reservado a las altas esferas como los virreyes o corregidores, sino que toda autoridad que había ejercido su cargo debía ser sometida a un juicio de residencia; además este juicio era  sumarial y público, y acudían los vecinos protestando del asunto más nimio, a lo que, el que había desempeñado el cargo, respondía defendiéndose y justificando todas sus actuaciones; además debía pagar con dinero todos los atropellos y desfalcos. Una vez acabado todo este proceso, si resultaba satisfactorio, no había inconveniente para que el corregidor o alcalde mayor ascendiera  en el cargo de una ciudad más importante; pero,  si había cometido cargos, errores o ilegalidades, podía ser sancionado con una multa o la prohibición de por vida de un cargo(…)  Las sanciones eran variables, aunque frecuentemente consistían en multas”. El proceso tuvo sus fallos y  sus deficiencias  conforme se apartaba de los orígenes legislativos de los  Reyes Católicos; es decir se desvirtuó, con la prórroga de los cargos al pasar  de uno a tres años e, incluso, a seis; con el cambio del juez de residencia por su sucesor en el cargo, por la tramoya burocrática a la hora de resolver las acusaciones que acabaron en pleitos entre los vecinos y las autoridades,  por  haber intentado sustituirlo con figuras de intervención pero asentada en el lugar, por la connivencia entre autoridades y la justicia, y por un sinfín  de elementos decadentes.  Pero en este momento  que tanto se habla  de regeneración ética y moral, son muy certeras las palabras de Adela Cortina “ sí que urge forjar una ética pública que sirva de antídoto frente a la corrupción”.  Y, desde luego,  el juicio de residencia podría ser una de las formas  o “sugerencias nacidas de esta ética para ir reforzando el vigor de la justicia” y con el fin de que resolviera rápidamente las acusaciones populares y aclarara los  evidentes y notorios  entuertos. Pero, ¿qué personaje o institución podría ejercerlo  con estas dos características de  rapidez y del valor ejemplarizante de resarcimiento de lo público? Para eso, están los legisladores y ,  de seguro que hay instituciones y personas en nuestra Constitución como el defensor del pueblo; es hora de encomendárselo o agregarle nuevas funciones éticas. Lo importante es que todos los ciudadanos comprueben con los hechos su labor ética y de justicia.

miércoles, 6 de febrero de 2013

MANOLO RUÍZ LÓPEZ


 
 


Si tuviéramos que identificar las tierras de la Abadía con el nombre de un monumento o un elemento del paisaje, a Alcalá la  Real le adjudicaría la fortaleza de la Mota; a Priego, el Adarve; a Frailes y Castillo de Locubín, con los nombre del los ríos, San Juan y Velillos ( denominado  con el nombre de la villa frailera por estos lares); pero si a cada época tuviéramos que bautizarla con nombres de personajes que hicieron patria supramunicipal, en el medievo, señalaríamos   los señores de Alcaudete; en la Edad Moderna con la familia de artistas de los Raxis ( Pablo de Rojas, Migue, Nicolás, Pedro y Melchor Sardo); en los años de la Ilustración, con la palabra de colono que dieron lugar al nacimiento de las aldeas y al asentamiento definitivo  la villa de Frailes. Pero si tuviéramos que hacerlo en los últimos siglos, formaron comarca los diputados Abril (Gregorio y Rafael), Pablo  Batmala y Carlos León Álvarez  Lara y Juan Montilla Adán  Adán. Pero, por encima de todos ellos, Manuel López Ruiz ocupa el lugar privilegiado de agrandar aquella abadía y las tierras del conde de Alcaudete con el abrazo que forjó entre muchas gentes de las  tierras de la comarca de la Sierra Sur (desde los Villares hasta la aldea de Ermita Nueva). Curiosamente, sus manos no emplearon los fines legítimos de la política, como muchos de los personajes mencionados anteriormente. Manolo, haciendo gala de la virtud de su apelativo “Sereno”, empleó otras artes para atraer a su tierra adoptiva el optimismo vital, la generosidad compartida y la pasión por lo auténtico.

            Cualquiera de los muchos que han conocido a Manolo podría rememorar muchas anécdotas acaecidas con su persona, divulgar historias, relatos y reminiscencias de costumbres que transmitió a eruditos, artistas y viajeros de la Sierra Sur. Tuve la fortuna de conocerlo allá por los años setenta,  y siempre me quedé cautivado de su generosidad y de  su alma de servicio hacia los demás. Fue, con motivo del descubrimiento de una tumba romana en el límite de Alcalá la Real y Frailes. En aquel  encuentro descubrí que Manolo reflejaba pasión por el conocer y el saber,  capacidad para escuchar y empapar los frutos del espíritu   y solidez para valorar la cultura. Este encuentro se encadenó en otros muchos momentos, de generosidad compartida  en las citas culturales de la comarca, en los ágapes fraternales  en su privilegiada casa, más bien en su mansión de todos; en los actos que organizó como  mecenas  poniendo a disposición de  muchas personas todo lo suyo; y , sobre todo,  aportando la sonrisa  en sus labios sin caer nunca en el desaliento.

            Hace unos días leía estos versos de Nacha Guevvara, que  me recordaban su actitud ante la  vida: Cuando no hay más que amor/para abrir el camino / y forzar el destino/ en cualquier ocasión, / Así habrá que forjar/ nuestro mundo y luchar/ sin tener nada más / que la fuerza de amar./ Ahora  me viene a la mente  que siempre que me adentre por los bellos parajes de la villa de Frailes, tu espíritu volará entre las callejas dando abrazos y saludos de amor. Pues, no sólo hiciste comarca  sino que forjaste la intrahistoria del estallido diario de tantos encuentros, cooperaste en   efusiones de alegría compartidas, fraguaste  mañanas de proyectos humanistas  entre pueblos y armonizaste un coro de manos entrelazadas porque, como decía la anterior poeta cuando no hay más que amor/ como única sed, como única fe, como único don… la deuda con tu persona será un reto para los hombres de la Sierra Sur.    

MANUEL PEÑALVER CASTILLO


 

 

            Recientemente, Manuel Peñalver Castillo ha publicado una bellísima obra titulada “Castillo de Locubín en su diversidad” que recoge literariamente  un elenco de reflexiones, sentimientos y propuestas sobre su tierra castillera. Este profesor universitario, afincado en Almería, no olvida nunca  el vínculo que le une con la provincia de Jaén, y menos aún, con la comarca de la Sierra Sur centrándose  con esta obra en su pueblo que lo vio nacer. Manuel Peñalver profundiza en el alma castillera y en el paisaje de las ricas tierras que baña el río San  Juan dando muestras de que  domina completamente toda su geografía, su economía, su historia, su lengua y sus gentes. Y lo hace lleno de una empathía  especial que persuade al lector para cantar en forma épica  y con denotaciones líricas, a la manera el elegíaco Tibulo, su admiración por su tierra y el anhelo de transmitir la utopía de  un proyecto común de futuro en defensa de estas tierras privilegiadas . Y, a lo largo de sus letras increpa al lector ” En este paraíso terrenal –bello como la nieve recién caída en sus calles los días invernales-de cuyas robustas raíces brotan chorros de aromas eternos y las pupilas se llenan con el más rico colorido, siempre surge del atento observador  la misma pregunta, ¡ cómo es posible tanta belleza natural? Piropea a su ciudad: “Locubín refugio de hermosura, prodigio de la naturaleza, fulgente andaluz del Nacimiento del Río, m del Caz., del Caño, del salado, del Chorrillo, el Salado, heraldo de las divinas cerezas y cestas e mimbres llenas de frutas” o , elevándose a lo mitológico  “Atlas de la Acamuña., del Puerto, de la Campana, de los Peñoncillos , de la  Coronilla...”  y divinizándola en el reino del  Olimpo :  ”Castillo de Locubín, el dios de la primavera, el como “ edén que tanto queremos y al que siempre volvemos”  para caer en ricos ritmos de prosa poética “ Señero octosílabo del blanco mar de los cerezos y almendros en flor, del verde océano de los olivos; pintura cubista  de los barrancos, caminos y cañadas; lienzo de las tonalidades , más prodigiosas,  espejo donde se miran  las puestas de sol…”. Nadie como este profesor eminente ha defendido la peculiar habla de su tierra ( su ceceo, su sintaxis, su léxico...) entroncándola con los  estudios de los mejores lingüistas como el profesor Alvar y teniendo en cuenta que es un magnífico docente universitario de la Lengua y Literatura Castellanas (  primero profesor de enseñanza secundaria y , posteriormente, universitario preparadísimo en sus conocimientos y  por sus  méritos de expediente, sin olvidar la defensa de los profesionales de la enseñanza ).   Además, su obra no cae en un simple prurito literario y chovinista, sino es fruto de una vasta erudición, en la que se acumulan como estudioso y conocedor de su  entorno, la vida y obra de muchos personajes,  escritores, historiadores (y por qué no decirlo estando al  día de las publicaciones más recientes de la comarca y de las investigaciones más punteras). Manuel Peñalver se siente en su obra miembro de un elenco de personas estudiosas de  este rincón provincial, a veces olvidado y obnubilado por otros rincones que brillaron por  la hidalguía cortesana o por su preeminencia serrana. El escritor castillero  no se sonroja por apostar por su tierra , a la que considera que es puntera y excelente-  término muy de moda   en  el mundo turístico y empresarial-  tratando de presentar una tierra providencial gracias a  su rico aceite, la singularidad de su  cereza,  su  potencialidad del turismo rural , su privilegiado  entorno y  sus gentes.

La comarca de la Sierra Sur debe estar en deuda con Manuel Peñalver Castillo, profesor que siempre ha acudido a todas las citas culturales y acontecimientos, aportando con su presencia el sello indeleble del sabio, del honrado y preparado docente, del trabajador por su tierra en el campo literario. Peñalver, poeta lírico y épico,  pregonero y heraldo, embajador y  amigo,  hospitalario y apologético en la laicidad,  afectuoso y sincero. En suma, Manuel Peñalver es un  hombre de compromiso con su tierra como lo fueron Juan de Aranda Salazar, Ginés Martínez de Aranda,  y otros más contemporáneos a los que no olvida, cita y los siente como coralistas del círculo defensor  la tierra meridional del reino de Jaén.